En las aguas de este poblado de 22.000 habitantes vive la vaquita marina, una marsopa parecida a una orca enana, que se encuentra en peligro de extinción: está en la lista roja de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
Así, la vaquita marina podría transformarse en el primer cetáceo que desaparecería por causa de la actividad humana.
Hace casi tres años se tiene un área protegida, pero eso parece no ser suficiente para evitar la muerte de entre 20 y 40 vaquitas por año.
A este punto, los números sobre cuántas vaquitas marinas quedan no son exactos. Los científicos estiman la presencia de tan sólo 150 ejemplares.
Incluso algunos ya la consideran un animal mitológico porque niegan su existencia, debido a que hace años que no se ha visto una vaquita viva: sólo aparecen asfixiadas en las redes rastreras.
La grave situación de esta especie ha generado fuertes preocupaciones entre la comunidad local.
"El nerviosismo es tal que los pescadores, al encontrarla muerta, la destazan y la arrojan para no ser penalizados por la autoridad, explica a BBC Mundo Armando Olea, socio de DISMAC, un consorcio turístico involucrado en el desarrollo sustentable en la zona.
Los pescadores
A esta preocupación ecológica se le suma un problema social muy complejo.
A los 22.000 pescadores de la zona no les queda otra opción que reconvertirse tecnológicamente para no dañar las áreas protegidas o cambiar de oficio.
A los planes del gobierno mexicano de invertir US$16 millones para proteger a la vaquita marina se le agregan programas de reconversión productiva y tecnológica.
Sin embargo, esos planes no parecen haber producido los resultados esperados.
"El principal problema es encontrar el justo equilibrio entre lo que el gobierno ofrece y los pescadores necesitan", relata Feliciano Campos, otro de los fundadores de DISMAC.
Entrevistada por BBC Mundo, María Reyes, pescadora, cuenta las dificultades que viven ahora los habitantes de San Felipe.
"Ahorita al que se están llevando entre las patas (perjudicando) es al pescador", comenta la única mujer pescadora de San Felipe.
"Siempre hemos estado dispuestos a colaborar con la protección de la vaquita. Muchos de nosotros hicimos reconversiones de redes a jaulas".
Los pescadores no están de acuerdo con las compensaciones y la presión que está ejerciendo el gobierno.
Aducen que lo que el gobierno está dispuesto a pagarles por sus licencias y su equipo no es suficiente y que los trámites son demasiado complejos.
También denuncia que les falta capacitación para abrir nuevos negocios.
"A uno se les hace difícil cuanto te has dedicado toda tu vida a la pesca", comenta María.
Sin embargo, su familia debió aceptar las reconversiones.
Otros de ellos optaron por cambiar de actividad, y algunos ya tienen nueva tecnología que les permite pescar en cualquier área del Mar de Cortés.
El dilema, para algunos, está resuelto. Muchos otros esperan una mejor solución.
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